martes, 18 de febrero de 2014

Ápeiron



Aún es posible ocultarse

en los oscuros fiordos

de Noruega


-uno levanta su casa de madera

entre una roca y otra

y se halla protegido-


aún en las cumbres solitarias

y nevadas

hay espacio para el silencio

y la paz.


Eso no sucede

con las llanuras que no conocen

horizontes,

que invocan la muerte

de forma prematura.


A los griegos no les gustaba

lo que carecía de límites

-a pesar de Anaximandro-


y sin embargo muchos,

casi todos,


habitamos

en casas sin verjas,


en barracas sin techo

y desnudas,


como si el frío glacial

no pudiera matarnos.


Pero lo hace.


Nos mata y por eso podemos

hablar la vida.


Tres de la mañana.


Un viento helado roza la ventana.


Afuera no hay luz.


La noche penetra mejor


allí donde no hay límites.



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