Un viejo campesino
sepulta bajo el barro de Marzo
los huesos sin vida de su perro
levanta el hacha,
reúne la madera putrefacta
y penetra en su vivienda
como un dios triste y somnoliento.
Una luz emerge en el cielo
y niega lo existente
pero el montón de barro
permanece en su dulce obstinación.
Sobre él crece ahora
un fruto morado
y en él se reflejan
los productos imposibles
de la muerte.
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