Hoy no abrirá la antigua panadería
de la calle Lirobornia.
Ha sido de noche y de forma súbita
-el modo en que han entrado los pájaros
y han dejado su olor a lirio y a
ceniza-
las luces de emergencia, las sábanas
arrojadas por cualquier lugar
y los nudos en lenguas
y gargantas
-no muy lejos, el rezo oscuro
de ancianas y las súplicas
al viento-
y luego el cansancio pesado
sobre el corazón,
la contemplación de la ceniza,
la espera.
Al amanecer,
unos pájaros hambrientos
se han comido el pan restante
del día anterior.
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