martes, 4 de marzo de 2014

El muchacho que soñó con Crimea


¿Quién diría que el ángel

de la última trompeta

no llevaría un libro sagrado

entre sus brazos?


Así lo soñó Stefan.


Extraño muchacho,

Stefan.

Extraño hombre,

Stefan.


En la clase juega con un cubo

mientras los demás concentran

sus mentes aún suaves

en el infierno de las matemáticas.


Extraño muchacho,

Stefan.


Solo él pudo soñar

con un fin que nunca perteneció

a este siglo.


Su padre era un burócrata

sin escrúpulos

y su madre una doncella

loca y amantísima.


Él era el protagonista

de un tiempo pacífico

y vacío,


¿No es así como se sienten

los océanos?

Decía,

gemía,

con dolor ante su padre.


Pacífico y vacío.


Atrás quedaron las ballestas,

el plomo, la suciedad

y los actos tan heroicos

como dolorosos.


¿Qué fue del Ejército Rojo?

Suspiraba Stefan.


Extraño muchacho,

Stefan.


Nació en una familia

acomodada


lejos ya del clamor de la guerra

y de las grandes amenazas

-el anuncio del átomo

hecho carne-


y se avecinaba entonces

un tiempo pacífico y vacío.


Pero Stefan no cesa

de pensarlo.


No, no en nuestro siglo.

Pero Stefan no cesa

de pensarlo.


Se levantan los fusiles

en Crimea.

Una bandera ondea

como si fuera su primera vez.


Así lo sueña Stefan.


Pero nadie lo entiende.

¿No han muerto ya los dioses?


Así lo soñó Stefan.


¿Quién diría que el ángel

de la última trompeta

no llevaría un libro sagrado

entre sus brazos?









No hay comentarios:

Publicar un comentario