miércoles, 19 de marzo de 2014

Parásito



Es innegable

el protagonismo del viento

en la meseta.


Pero el viento tan solo ocupa

la tierra de aquel otro

que acaso debiera habitar,

respirar,


en un espacio ahora restringido

por los ángeles eólicos.


Es así como el viento

no es sino un parásito,

que brota allí

donde la respiración humana

se extingue y cesa.


Quien sin embargo habita

junto al viento

-no puede ser de otro modo-

no es sino sombra suya:


acaso la carne donde aquel

ha elegido

su venida a la materia.



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