domingo, 13 de abril de 2014

Meditación del novio


En sus manos un ramo
de rosas ya casi negras,
marchitas,

aunque todavía brilla el sol
y quema los rostros negros
a través de los campos y las ensenadas,

a través de la ebriedad primaveral
en la que se hunde la vida campesina.

La pregunta es inevitable.

Solo dura un segundo la calma
que no hiere.

Lo demás es transitar el duro,
cruel y mezquino
colmenar de piedras.

Al regresar a su oscura morada,
una avispa se posa sobre su brazo.
Un círculo morado crece
en él con rapidez.

Antes de que pueda darse cuenta,
las rosas ya se han desprendido
de su mano.



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