[305,
305]
Atómica
estelar- Lo universal- el sueño del filósofo platónico, el
anhelo del teólogo, el éter del místico- no garantiza un asiento
divino, ni mucho menos la disposición de un promontorio
privilegiado. Porque la
existencia misma de lo que carece de privilegio representa ya un
obstáculo, una hendidura en la plenitud del absoluto. Pero además
el promontorio de las verdades universales no garantiza aquellas
cosas por las que los seres humanos conquistarían acaso la armonía
característica del pitagórico. Primero, porque las verdades
universales son atómicas- esto
es, no forman una constelación coherente atractiva para el
entendimiento y sus formas, sino que se hallan aisladas en su
gravedad y tanto más aisladas cuanto más profundas y superiores son
al espacio y al tiempo; segundo, porque su contacto no produce
sosiego, felicidad, sino ese gélido sentimiento que la gran obra
proyecta sobre el espíritu contemplativo: la magnanimidad de aquello
que por superior resulta lejano, inhumano, intratable en suma. En
consecuencia, también aquel que contempla lo universal lo hace en
armonía con este carácter o naturaleza sobrenatural-
y los espacios de su contemplación rehuyen lo humano, lo caluroso y
familiar. El mundo terrenal, por el contrario, es el espacio en el
que el entendimiento ha de operar sobre realidades contingentes y
precarias- es el dominio del matiz, de la excepción, pero también
el de la disposición al diálogo, a la comunicación, que es la
inclinación a la desacralización
y a la secularización de todo aquello que aparece en primera
instancia como superior
a las fuerzas humanas. Su espacio por excelencia es el ágora. Su
momento preferido de la jornada, el mediodía. Porque la luz es la
primera enemiga de toda metafísica.
[307,
307]
El
pensamiento se repliega sobre sí cuando se hallan obturadas las
salidas naturales (la acción) de su trayectoria. Pero una vez
replegado, el mundo interior que se abre a sí mismo es tan
extenso como el mundo natural al que estaba destinado. Y también más
falso.
[1385,
1385]
Sólo
se soportan las lluvias perpetuas descansando algún tiempo bajo las
chozas de los dogmas.
[183,
183]
Natura
Naturata- La Naturaleza también falla. Las aves no siempre
logran construir sus nidos de forma permanente. Una tormenta, un
viento, arrasan con sus casas como lo hacen los huracanes con las
nuestras. Pero esto no es motivo para que, con una paciencia
indómita, no vuelvan de nuevo a intentar colocar sus nidos.
Aprendamos de las aves.
[67
, 67]
El
pensamiento es -naturalmente- el apéndice de la acción- el embrión
de la actividad humana. La ruptura de este movimiento que lleva del
embrión a la maduración produce el pensamiento filosófico, que no
es sino una acumulación de fuerzas sobre un punto opaco, y por
tanto, una especie de enfermedad natural.
[1126,
-1126]
Campana
dominical- Nunca sentí la cabeza tan pesada, la frente tan
caliente, como aquel domingo en el que la campana de la iglesia no
cesaba de golpearse contra sí misma- ni el mayor flujo de tráfico
en una gran ciudad podía asemejarse a ello. Un pequeño pueblo,
sobre el que se extendía lentamente la manta de la noche, era
incendiado y excitado por el lamento de esta campana, que no solo
lloraba por el muerto, sino que también parecía hacerlo por los que
aún seguíamos vivos.
[835,
-835]
Cualquier
camino puede llevar a cualquier otro.