miércoles, 27 de enero de 2016

Cuadratura del círculo

Son dos muchachos en la hora del recreo; uno de ellos amenaza al otro, lo hiere incluso. El más débil intenta huir, pero de nuevo su enemigo lo caza y lo somete a su propia concepción de la violencia. Esta escena se repite un día tras otro; a veces se trata de la sustracción del bocadillo, otras veces del agravio, el insulto o el abuso, casi siempre la humillación de la víctima inocente como elemento constante. Entonces llega un día que queda grabado en la memoria del hooligan: la víctima, desquiciada, lanza una amenaza que truena en el cielo, como una profecía apocalíptica: 'un día cogeré una escopeta y te mataré'. Al día siguiente se reactivan las palizas, las humillaciones, la persecución sin fin. Pero la época escolar se termina, se sucede la adolescencia, los devenires se bifurcan en mil laberintos traviesos e imposibles y todo aquello queda relegado al baúl de los recuerdos polvorientos. Muchos años después, casi una eternidad, vemos almorzando al hooligan en una pequeña terraza de un pueblo tranquilo. A su lado, sus dos hijas; enfrente, su mujer de cabellera rubia y senos prominentes. Es una tarde de verano soleada y radiante. Pero no por mucho tiempo; un nubarrón se interpone en la contemplación dominical regada por un poco de cerveza y marisco. Suena el gatillo. El metal se posa sobre la nuca como un hielo impasible. Luego vienen los gritos, la sangre, los niños aterrorizados huyendo hacia el vacío. La profecía se ha cumplido, han sonado las trompetas; el indomable devenir, una vez preso de sus propios delirios, curvas, imperfecciones y caprichos, retorna ahora con los rigores de la ley hacia su propio origen, hacia su propio destino: por fin el círculo se cierra.

martes, 19 de enero de 2016

Problema XXX- fragmento-


Nos reímos de los locos, de esos que dicen cosas tan incomprensibles como abominables- los juzgamos con conmiseración y, cuando en alguno de sus discursos dicen cosas disparatadas, nos reímos...pero cuánta síntesis desquiciada de la experiencia humana hay en esos gritos, en esas jaculatorias esquizofrénicas y desintegradas, cuánto de absorción del sentido humano hay en eso, lo podemos comprobar cuando se trata de locos formados y egregios. Entonces también comprendemos que en sus discursos quebrados hay sin embargo una gran energía, una gran confusión, como si se tratara del retorno a un big bang reprimido sobre el que se ha esculpido su ser- ahí no deberíamos reírnos, sino asombrarnos y ofrecer un mínimo respeto. Pues he ahí un ser que ha explotado, un conflicto demasiado pesado, demasiado doloroso, que ha dicho adiós a la coherencia del mundo para precipitarse sobre sí mismo; en el delirio escuchamos al alcohólico y al irredento, al hombre desesperado, invocar todos los ítems que alguna vez tuvieron sentido en su vida, que formaron los pilares en torno a los cuales rotaron, cual planetas, todos sus actos, sus perspectivas, sus pensamientos más profundos; esos ítems emergen ahora como la estatua de la libertad en El planeta de los simios, reivindicando que una vez hubo allí algo grande y digno de ser respetado, exigiendo su derecho a la memoria y a ser tomado en serio a pesar del caos reinante; por eso salen esas palabras ítem de los labios del ebrio, del loco, del desesperado, como plegarias y a la vez como aquello que quiere salvarse de la total destrucción, del total naufragio, de la noche interminable, para acaso, no solo salvarse a sí mismas, sino para salvar también al individuo que las dice, al sujeto náufrago en ese hundimiento, que sin duda parpadea, casi a punto de apagarse, en el último llamamiento a la palabra significativa, a la palabra madre, a la palabra salvadora.


Día de tregua

Érase una vez un hombre ebrio que vagaba por una ciudad llena de gente anónima y extraña. En un momento- quizá tras uno o dos vodkas, quizá en el medio de una tormenta que fraguaba la posterior resaca- entró en un confesionario. Habló con el sacerdote, comprendió que aquello era oscuro, que había algo malo en todo ello. Pero lo hizo. Materialista, ateo, este hombre ha de confesar su pecado más íntimo, la incapacidad de alcanzar la plenitud- el sacerdote tenía toda clase de respuestas ante esto, pero a nuestro ebrio materialista le bastó con dialogar sin necesidad de abominar del sacerdote. En esa ebriedad extraña, conciliadora, comprendió que lo interesante es que el marxista y el católico puedan hablar sin llegar a matarse- algo que quizá nunca pudo comprender en estado de sobriedad. Un extraño estado de sensatez y lucidez inundó su espíritu, en algún momento entre la primera cerveza y el último trago de vodka, en algún instante en el que una luz nunca presente pudo hacer su inverosímil acto de presencia, estimando como útil y valioso el hecho de que dos hombres tan distintos pudieran comunicarse y llegar a una tregua en común.


sábado, 9 de enero de 2016

Valéry o Rimbaud. El silencio como eje articulador de la palabra

Entre Paul Valéry, que debía escribir a diario, sin falta, en sus famosos Cahiers, y Rimbaud, que un día decidió no volver a escribir, debe haber un camino intermedio y transitable. No decir nunca nada más- porque la poesía se traslada a otro lugar, quizá a una actividad más relacionada con la vida, pues la poesía- como la materia- nunca se pierde cuando se trata de la actividad de un poeta, y decirlo todo, día tras día-aunque también se trate de un día insulso, vacío, como si las obras del espíritu- por llamarlo de alguna manera- no tuvieran sus necesarias transiciones, sus ángulos de reflexión y abandono, que posibilitan en realidad su continuación- entre estos dos métodos media un abismo. Es más fácil, sin embargo, imaginar el total silencio- por brusca desaparición de la potencia creativa, o porque, como Hofmannsthal, uno se ve incapacitado de pronto para poder decir algo con sentido- que la actividad creativa incesante a la que se le añade la capacidad de evitar la grafomanía, porque es difícil escribir en exceso y al mismo tiempo conservar el nivel y la exigencia de la escritura. Valéry es un maníaco del lenguaje, y aunque la ética del trabajo es importante, su seguimiento ortodoxo no garantiza la calidad de la obra. Porque no hay obra sin silencio, sin el 'trabajo de lo negativo', por utilizar la imaginería conceptual de Hegel. 'Forzar' la palabra, nada hay más peligroso para la salud de la palabra. No hay nada malo en el silencio. Bien sea como mediación, como momento de 'muerte' en el que reposa la palabra, bien sea como opción ética o estética- Wittgenstein- el silencio deberá siempre acompañarnos. Pues el silencio es el engranaje oculto de la palabra, su íntima e ineludible articulación.


sábado, 2 de enero de 2016

El viejo topo (de 'Prometeo en el sendero')

Nunca antes como ahora fue tan útil la imagen del topo de Marx, que excava en los subterráneos de la historia preparando el nuevo mundo que un día saldrá a la superficie. Pero ahora este topo debe vivir quizá más tiempo aún aquí abajo, en las catacumbas. Casi como los cristianos primitivos, o como los supervivientes de una catástrofe nuclear, los topos de hoy en día se ven obligados a abstenerse del virus que irradia en la superficie, manchándolo todo de muerte y desesperanza. Todos los proyectos han de llevarse aquí abajo, en condiciones terribles, en sótanos lóbregos y solitarios. Este topo ya lleva de hecho una nueva vida y, como en el mejor de los relatos dialécticos, es al mismo tiempo lo que quiere dejar de ser; una parte suya está contaminada por el contacto prolongado con la superficie; la otra no se deja seducir por el caos triunfante y persevera en lo que muchos otros, ya enfermos, consideran mezquino, loco o simplemente inútil. Esa inutilidad que persevera es el fuego de la historia sin embargo, la memoria de la humanidad y la memoria de una humanidad que no quiere resignarse a convertirse en su propio cadalso. Esta noche se encenderá de nuevo la hoguera en los subterráneos; la ceniza que los poderosos creen haber desterrado para siempre de su corrupto, contaminado mundo, conspira ahí abajo sin embargo, al calor de un bidón sobre el que se ha puesto un fuego. El topo saca sus planos, toma su lápiz y reparte un poco de embutido entre los suyos. La existencia real se niega a morir, se niega a fracasar.  (seguir leyendo en: http://www.amazon.es/Prometeo-sendero--fragmentos-estética-política--ebook/dp/B019RWVB4U/ref=sr_1_2?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1451737603&sr=1-2&keywords=david+carril