Nunca
antes como ahora fue tan útil la imagen del topo de Marx, que excava
en los subterráneos de la historia preparando el nuevo mundo que un
día saldrá a la superficie. Pero ahora este topo debe vivir quizá
más tiempo aún aquí abajo, en las catacumbas. Casi como los
cristianos primitivos, o como los supervivientes de una catástrofe
nuclear, los topos de hoy en día se ven obligados a abstenerse del
virus que irradia en la superficie, manchándolo todo de muerte y
desesperanza. Todos los proyectos han de llevarse aquí abajo, en
condiciones terribles, en sótanos lóbregos y solitarios. Este topo
ya lleva de hecho una nueva vida y, como en el mejor de los relatos
dialécticos, es al mismo tiempo lo que quiere dejar de ser; una
parte suya está contaminada por el contacto prolongado con la
superficie; la otra no se deja seducir por el caos triunfante y
persevera en lo que muchos otros, ya enfermos, consideran mezquino,
loco o simplemente inútil. Esa inutilidad que persevera es el fuego
de la historia sin embargo, la memoria de la humanidad y la memoria
de una humanidad que no quiere resignarse a convertirse en su propio
cadalso. Esta noche se encenderá de nuevo la hoguera en los
subterráneos; la ceniza que los poderosos creen haber desterrado
para siempre de su corrupto, contaminado mundo, conspira ahí abajo
sin embargo, al calor de un bidón sobre el que se ha puesto un
fuego. El topo saca sus planos, toma su lápiz y reparte un poco de
embutido entre los suyos. La existencia real se niega a morir, se
niega a fracasar. (seguir leyendo en: http://www.amazon.es/Prometeo-sendero--fragmentos-estética-política--ebook/dp/B019RWVB4U/ref=sr_1_2?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1451737603&sr=1-2&keywords=david+carril
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