sábado, 20 de febrero de 2016

Día de Muertos (fragmento)

'Mezcal', dijo el cónsul, pero en realidad, lo que el cónsul- y su demiurgo, Malcolm Lowry- querían pedir de verdad no era una copa, sino un pasaje a la verdad; a través de la transfusión alcohólica Lowry busca lo que también busca el chamán, el místico o el filósofo sincero; el mezcal y el whisky se convierten en piedras mágicas que facilitan el viaje, el Encuentro: aquí no hay enfermos alcohólicos, sino psiconautas, filósofos que utilizan la intoxicación como medio de alcanzar la verdad última de la materia y de la carne. A menudo, estos métodos son peligrosos, pues es precisa una sabiduría especial para poder dominarlos; el viaje puede ser como el de Ícaro, de un solo día, de una sola hora. El cónsul equivoca el destino y se pierde en este viaje, como tantos otros psiconautas; el descenso de Geoffrey desde la boca del volcán a su estómago es el resultado de la toma de un riesgo inevitable, que se halla siempre en la decisión de aquel que tiene contacto con los enteógenos. Quizá también la propia pérdida forme parte de la experiencia de la verdad, y quizá la vivencia pacífica sea un tránsito entre nieblas cuyo fin verdadero no sea otro que el del Infierno. Quién sabe en qué secuencia se administran, en los mundos psilocíbicos, las entidades benignas y malignas, los monstruos y los éxtasis, los orgasmos y los dolores infernales; desconociendo el Orden último de lo real, quedan nuestras vivencias tergiversadas, nuestras formas conscientes no siempre útiles para descifrar su lenguaje. Al lado del cadáver del cónsul, en en la barranca, alguien arroja un perro muerto. Quizá no sea otro que el mismísimo Cerbero.


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