jueves, 31 de marzo de 2016

Hacia el último sepulcro

La estación X-27- cercana a Próxima Centauri- navega a la deriva a través del espacio interestelar. A dos años luz, la máquina de abasto nuclear T-80, último criadero de la especie humana, comienza también a mostrar fallos preocupantes. 'Hemos escapado al destino fatal'- dijo una vez el antepasado terrestre, pletórico de energía y éxtasis- pero, doce mil años más tarde, el destino fatal ha encontrado de nuevo a sus descendientes, aunque fuera del planeta que les dio la vida. En estos doce mil años, han sido muchos los Ícaros, los Prometeos y los Odiseos que han descubierto nuevas estrellas, luchado contra tormentas interestelares, meteoritos asesinos y otros peligros cósmicos. Pero sus descubrimientos no han traído con ello el olor a la vida, sino solo rastros inertes que despliegan su materia inconsciente a lo largo y ancho de la eternidad. El destino ya alcanzó de hecho al ser humano doce mil años antes- ellos no lo saben todavía, quizá no lo sepan jamás- cuando aún vivía sobre la tierra. La larga pero estéril travesía a través de los eones intergalácticos no ha supuesto ninguna salvación, sino tan solo una prórroga a manera de purgatorio cósmico. La estación X-27, última esperanza de reproducción, es absorbida finalmente por una órbita y desaparece en mil pedazos. La máquina de abasto se pudre poco a poco y se pierde silenciosamente en el enjambre estelar. Ni un alma será testigo de este silencio, tan definitivo para la raza humana como frívolo para sus vecinos de hidrógeno y helio. Nadie asistirá a este funeral galáctico, ni tan siquiera los dioses o sus angelicales sirvientes.


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