jueves, 7 de abril de 2016

Curvar el plano de inmanencia


Desde Nietzsche y Marx, vivimos en territorio desconocido. Como Alejandro al abandonar su tierra natal, y por fin cruzar el Hindu Kush para aterrizar en ese espantoso, extraño e inaudito país llamado India, lleno de animales imposibles y tormentas terroríficas, nosotros navegamos en ese mar de la post-modernidad sin las herramientas que nos servían en el antiguo mundo: Dios, la trascendencia, el sentido de lo objetivo, son ahora reliquias interesantes para los museos de la inteligencia, pero instrumentos inútiles en el océano de lo nuevo. Toda superación de lo dado tiene selladas las puertas del cielo y de los dioses; en el plano monótono del devenir, solo podemos imaginar potencias creadoras en su seno; toda fuerza trascendente debe limitarse ahora a trabajar en su interior. Queda curvar el espacio de lo inmanente, extender y hacer cada vez más grande, más espacioso y más habitable, el plano irrebasable de inmanencia.